11 dic 2008

EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO

De la mano de Jorge Bucay, llega una gran historia... No te diremos de qué trata ni qué pretende enseñar, simplemente te recomendamos que leas con atención y que escuches el secreto que este cuento intenta susurrarte . Esta es la fórmula para despertar con un buen cuento.

Esperamos que te sea de provecho...


Dicen que un día un joven fue a un sabio en busca de ayuda. Ésta es su historia...

—Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo:

—Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después... –y haciendo una pausa agregó— Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

—E... encantado, maestro –titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.

—Bien –asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó –toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete antes y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas..El joven tomó el anillo y partió.

Apenas llegó, empezó a ofrecer al anillo a los mercaderes.

Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.

Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado –más de cien personas— y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.

Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

Entró en la habitación.

—Maestro –dijo— lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

—Qué importante lo que dijiste, joven amigo –contestó sonriente el maestro—. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar.

El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

—Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

¡¿58 monedas?! –exclamó el joven.

—Sí –replicó el joyero— Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente....El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

—Siéntate –dijo el maestro después de escucharlo—. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

3 dic 2008

PIEDRAS...

En el mismo sentido que la historia que os contamos ayer, pero profundizando un poco más, nos gustaría regalaros esta pequeña narración... Quizá en ella se encuentre el secreto para tener una mayor calidad de vida y para mejorar la educación de tus hijos y alumnos...

Es una historia, pero bien podría ser una auténtica dinámica de grupo sobre la que reflexionar pausadamente.


Un experto asesor de empresas en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su conferencia. Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó:
- ¿Cuántas piedras piensan que caben en el frasco?

Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco.

Luego preguntó:
- ¿Está lleno?
Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que dejaban las piedras grandes.
El experto sonrió con ironía y repitió:

- ¿Está lleno?

Esta vez los oyentes dudaron:

- Tal vez no.

- ¡Bien!

Y puso en la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava.

- ¿Está bien lleno? preguntó de nuevo.

- ¡No!, exclamaron los asistentes.

Bien, dijo, y cogió una jarra de agua de un litro que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba.

- Bueno, ¿qué hemos demostrado?, preguntó.

Un alumno respondió:

- Que no importa lo llena que esté tu agenda, si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas.
- ¡No!, concluyó el experto: lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrás colocarlas después. ¿Cuáles son las piedras grandes en tu vida?. ¿Tus hijos, tus amigos, tus sueños, tu salud, la persona amada? ¿o son tu trabajo, tus reuniones, tus viajes de negocio, el poder o el dinero? La elección es tuya. Una vez te hayas decidido, pon esas piedras primero. El resto encontrará su lugar.

2 dic 2008

ALGO A TOMAR EN CUENTA

Me gustaría compartir con vosotros una pequeña historia que he extraído del libro "El canto del pájaro". Esta historia no trata directamente sobre educación, pero es un pequeño cuento que deberíamos tomar muy en cuenta en los tiempos que vivimos últimamente.

De todos modos, ya sabéis que estas pequeñas narraciones son también un recurso útil para vosotros porque, tal y como dijo Jorge Bucay: "Los cuentos sirven para dormir a los niños y para despertar a los adultos". En fin, espero que os guste y que os sea de provecho.

Un banquero de inversión americano estaba en el muelle de un pueblecillo costero mexicano cuando llegó un pequeño bote con un sólo pescador. Dentro del bote, había varios atunes amarillos de buen tamaño.
El americano elogió al mexicano por la calidad del pescado y le preguntó:
¿Cuánto tiempo te ha costado pescarlos?
El mexicano respondió:
"Sólo un poco de tiempo".
El americano luego le preguntó:
"¿Y por qué no permaneces más tiempo y sacas más pescado?"
El mexicano dijo que él tenía lo suficiente para satisfacer las necesidades inmediatas de su familia.
El americano enseguida preguntó:
"Pero, ¿qué haces con el resto de tu tiempo?"
El pescador mexicano dijo:
"Duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, me echo una siesta con mi señora, María, voy todas las noches al pueblo donde tomo vino y toco la guitarra con mis amigos. Como ves, tengo una vida divertida y ocupada."
El americano replicó:
"Soy un experto de Harvard y podría ayudarte.”
Deja, te explico... Deberías gastar más tiempo en la pesca y con los ingresos comprar un bote más grande. De este modo, pescarías más y con los ingresos de este bote podrías comprar varios botes y eventualmente tendrías una flota de botes pesqueros.
En vez de vender el pescado a un intermediario, lo podrías hacer directamente a un procesador y así, finalmente, abrir tu propia procesadora.
Deberías controlar la producción, el procesamiento y la distribución. Deberías salir de este "mugroso" pueblo e irte a Ciudad de México, luego a Los Ángeles y eventualmente a Nueva York, donde dirigirías tu empresa en expansión".
El pescador mexicano preguntó:
"Pero, ¿cuánto tiempo tardaré en hacer todo eso?".
A lo cual respondió el americano:
"entre 15 y 20 años".
“¿Y luego qué?" El americano se rió y dijo que esa era la mejor parte.
"Cuando llegue la hora deberías anunciar un IPO (Oferta inicial de acciones) y vender las acciones de tu empresa al público. Te volverás rico, tendrías millones".
"Millones ... ¿Y luego qué?"
El americano respondió: "Luego te puedes retirar. Te mueves a un pueblecillo de la costa donde puedas dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con tus hijos, echar una siesta con tu mujer, ir todas las noches al pueblo a tomar vino y tocar la guitarra con tus amigos".
El mexicano dijo:
¿Acaso eso no es lo que tengo ya?

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